Por Sybila Oráculo, Medium, Astrologa de Kabbalah aplicada, Curandera Urbana, Sacerdotisa de Avalon, +56974775875, @sybilaoraculoescuela @sybilaoraculo.cl
Sybil Leek fue una bruja, astróloga, psíquica y escritora ocultista inglesa. Escribió más de 60 libros sobre temas ocultistas y esotéricos. Fue apodada por la BBC como la «bruja británica más famosa»
La brujería es un arte, una manera de vivir conscientes en empatía por otros; el respeto a otros, comprendiendo que debemos cuidar y compartir. Es aprender a comunicarnos en integración de todos los reinos de la tierra, en un planeta que es de muchos…
Honrando la Memoria publicaré extractos interesantes sobre las magas y brujas del mundo. Feliz feliz vida para ti .
Extracto del libro EL ARTE COMPLETO DE LA BRUJERIA, DE SYBIL LEEK
«…—¿Qué es lo que adora usted?
—Si por adoración entiende usted postrarme ante un altar, no adoro a nadie, aunque
reconozco la existencia de algo muy superior a mí: una Fuerza creadora, un Ser
Supremo.
Sólo ocasionalmente puedo entrar en detalles sobre ese Ser Supremo, la fuente de
energía de donde reciben sus fuerzas los seres de la creación. Cada individuo decide el
uso que va a hacer de esas fuerzas ocultas: para el bien, como en la brujería, o con
fines destructivos, como en la magia negra. El rasgo más distintivo del ser humano es
la facultad de discernir al adoptar decisiones, escogiendo los medios para poner en
práctica esa virtud.
No olvidéis, sin embargo, que esa fuerza procede de la misma fuente, lo mismo si
tenéis el potencial de un Aleister Crowley que el de un Mesías redentor. Los psicólogos
llaman «fuerza motivante» a esta facultad decisoria. En otras religiones suele haber
dogmas que concuerdan con esta clase de motivación. Cada vez que renace una
persona (reencarnación) elige una forma de vida, ya sea constructiva o destructiva; al
repetirse este fenómeno, el hombre va conociendo, mejor cada vez, los medios que
han de orientarle en su opción. La experiencia acumulada le servirá de capa protectora
para ponerse a cubierto de los actos ajenos, y acaso también de los propios impulsos.
Elegir la senda del mago negro o del brujo blanco no es una opción en donde
intervenga de algún modo el azar. Si optamos por un camino en vez del otro ha de ser
a plena conciencia de lo que elegimos. En cualquier caso la fuente de energía es la
misma. Quien escoge no es más que un recipiente donde esa fuerza es vertida. Ahora
bien, esa energía no es estática. Algo debe salir de vosotros, alquimistas naturales de
una gran fuerza mucho más grande que todas las fuerzas combinadas del universo.
¿Cómo controlar esa fuerza? Ese control es una de las disciplinas que deben estudiar lo
mismo el mago que el brujo. Se impone, por tanto, un largo período de instrucción.
No esperéis que la decisión tomada en un día pueda de súbito transformaros en una
persona con poder mágico. Sólo ocurre eso en los cuentos de hadas.
El mago hace uso de fuerzas misteriosas que la mayoría de la gente no sabe controlar,
y en las que incluso no cree. Un mago negro las emplea con fines destructivos; un
miembro de la religión Wicca las utiliza para devolver la salud a otro, para ayudarle a
seguir una vida más a tono con la naturaleza… El primero cree en las fuerzas del mal,
todas negativas; el segundo cree en unas formas buenas y positivas para enfrentarse
con la vida. Ambos operan con resultados de importancia variable, desde incidentes
triviales hasta acontecimientos más o menos trascendentes. La Historia está llena de
ejemplos en que las prácticas negativas sobrepasan a las positivas. Causa más
sensación lo malo que lo bueno. El mal siempre hace impacto en la opinión pública.
Un brote epidémico es mucho más dramático —y por ende más espectacular— que el
trabajo de un hombre sentado en un laboratorio, tratando de averiguar sus causas.
En los dominios de la brujería nunca han faltado desaprensivos representando un
doble papel psíquico; por el contrario, en tribus primitivas ha habido magos negros
que han hecho mucho bien a la comunidad, aunque su labor no haya sido apreciada
en las tribus vecinas. Todo depende de la posición donde nos situamos para enfocar
las cosas y descubrir la verdad que hay en ellas. La plaga de Londres, atribuida a la
perfidia y las malas artes de unos hechiceros, es uno de los relatos más escalofriantes
de la historia británica.
Contábase los muertos por millares. Después la ciudad fue pasto de las llamas y sus edificios quedaron arrasados. Mas el fuego es el gran purificador.
Por medio de él se eliminó la plaga, extendiéndose su acción purificadora
a cientos de millas. Sobre la tierra calcinada llevóse a cabo la reconstrucción por Sir
Christofer Wren, quien vio convertido en realidad su sueño mágico de erigir esa gran
urbe, famosa por su arquitectura. ¡Convertir el mal en bien! He ahí la misión primordial
de los brujos, contrarrestando así la labor negativa del mago negro. De estos magos
he conocido algunos poderosísimos que, cuando algo les salió mal, quedaron sus
mentes paralizadas, incapaces de funcionar ni siquiera para calmar la tormenta que
habían suscitado.
El poder es a menudo la fuerza motivadora de prácticas ocultas, aunque el brujo
prefiere no agotarla ni llevarla a sus últimas consecuencias. El mago negro, por el
contrario, nunca se da por satisfecho con la fuerza de ese poder del que está investido.
Con su ansia ilimitada de poder en nada se detiene. Está resuelto á todo, a los mayores
excesos, gozándose en la contemplación de su obra. El amor, la humildad, la simpatía,
la abnegación, están excluidos de su interior, donde no caben más que el odio, la
codicia y la dureza de sentimientos. Acaso el tipo de mago negro más drástico y más
temido es el que racionaliza sus propias actividades creyendo de veras que su
intención de matar —por ejemplo— está justificada si el motivo es un bien, aunque se
regocije al mismo tiempo en el mal. Como ejemplo clásico citaré el actual culto del
satanismo que acaba de irrumpir en la costa Oeste de América. Con falsos y
seductores razonamientos, sus seguidores se esfuerzan en demostrar que la meta de
todas nuestras ambiciones está en esta vida.
Existe el peligro de que ahora es mucha la gente que no cree en el futuro, o teme conocerlo. Para esta gente sería muy fascinante la idea de que todo acabara en la más desenfrenada de las orgías.
Puede darse la paradoja de que la idea del satanismo sea aceptada por intelectuales de nuestra época, en tanto que otros individuos de cultura rudimentaria anhelen acogerse a una religión natural.
Pensar que los magos negros no existen hoy día es cometer un error de los más
graves.
Yo diría que las fuerzas tenebrosas están ahora concentrándose a un ritmo
más acelerado que nunca, desde los tiempos medievales. Tienen también la ventaja
de una organización superior. Tras un letargo de siglos despiertan con una finísima
sensibilidad. Por ella se dan cuenta de que ha llegado el tiempo de sembrar la cizaña
en los campos de trigo.
Y reconozco que el hombre es libre. No es lícito decir: —Esto es lo que te conviene
porque yo lo creo así; de modo que lo haces, y si no te elimino. Frases como ésta sólo
son propias de un Estado negrero. Por este patrón se han formado esas dictaduras
donde sólo unos cuantos son felices: la camarilla que detenta el poder. Por
consiguiente, al pueblo —y al individuo— hay que cederle un margen donde pueda
libremente escoger. Y para que cada uno sepa bien lo que escoge se necesita un
cambio en la mentalidad de las gentes. Este cambio apremia a medida que vamos
adentrándonos en la llamada Era Acuaria.
Es posible que nos veamos obligados a matar muchas «vacas sagradas», especialmente las que pastan en los Campos Elíseos de la religión. Es posible que esos cambios se introduzcan también en la educación moral y en la formación intelectual. Como es lógico, habrá resistencia, pasaremos por
un período de horror y confusión. Son consecuencias ineludibles en todas las grandes
transformaciones. Al cabo de esta magna lucha sobrevivirán los mejores. Por una vez
se plasmará en realidad la teoría darwiniana de que subsistirán los seres físicamente mejor dotados, los cuales darán paso a una nueva dimensión. En ella, los menos vulnerables serán los más evolucionados espiritualmente…»


